domingo, 30 de enero de 2011

TERROR EN LA NIEVE

Hacía frío y caían precipitaciones en forma de nieve cuando volvíamos de darnos un homenaje en una sidreria de Gijón, la temperatura era de 0 grados y decidí con buen criterio parar a repostar en el área de servicio de Caldas de Luna (León) a la salida del túnel que lo separa Asturias.
http://www.todopueblos.com/leon.net/caldas-de-luna/fotos/

Era de noche y las nubes que descargaban sobre nosotros impedían ver más alla de ellas cualquier atisbo de luz natural. Ni luna ni estrellas eran visibles en aquel cielo encapotado, puede que fuera un presagio de los sucesos extraños que nos sucederían en aquella estación de servicio del corazón de la cordillera cantábrica.


La perra que viajaba como siempre en el asiento trasero estaba inusualmente tranquila cuando paré el motor junto a los surtidores de combustibles, normalmente cuando deteníamos el vehículo el pobre animal interpretaba que habíamos llegado al destino y se desperezaba agitando la cabeza para golpearse la cara con ambas orejas. Pero ese día la perra se quedó tranquila y quieta, mirando como sacaba la llave y salía del coche rapidamente dirigiéndome al maletero para sacar mi abrigo. 


Me abroché la cremallera hasta arriba y cerré el maletero. Me fijé en el interior de la gasolinera, allí solo estaba el trabajador tras el mostrador, parecía atareado y no se percató de nuestra presencia hasta que las puertas automáticas se abrieron ante mi al acercarme a ellas.


_ Hola, me pon..._ empecé a decir pero él me interrumpió secamente.
_ Eche lo que quiera, luego pague.
_ Ok_ y salí fuera otra vez. Pasaban pocos vehículos por la autopista porque las predicciones aconsejaban no moverse por carretera y la nieve por aquellas alturas ocultaba las lineas de los arcenes estrechando la calzada. El frío y el poco tránsito podría facilitar la aparición de placas de hielo por lo que extremar la precaución era muy importante.


Me puse los guantes de plástico para evitar que el olor del gasoil impregnara mis manos y cogí la manguera de combustible. El mango estaba frío y puse el llenado automático, lo mismo me daba echar 20 euros que llenar el depósito, y esperé mirando a mi alrededor. Distinguía las laderas de las montañas cubiertas de nieve y las grandes rocas que sobresalían de sus entrañas rompiendo el manto blanco que crecía sin cesar, era una visión espectacular y reinaba una quietud y un silencio propio de los paisajes nevados como aquel que amortiguaban el sonido.


Llegó el gasoil a la boca de la manguera y saltó el mecanismo de esta con un chasquido. Apuré las últimas gotas de combustible y colgué la manguera, cerré el depósito con la llave y tiré los guantes a la papelera cubierta de escarcha. Entré en el establecimiento otra vez con la cartera en la mano y cogí unos "tobosines" de regaliz sin sospechar lo que vendría a continuación, el operario me miró y luego palpó la pantalla táctil.


Al poner los dulces en el mostrador, el hombre los cogió lentamente y los pasó por el lector. Y a continuación vino algo terrible, algo sobrecogedor, algo que jamás imaginé que sucediera en tan singular lugar rodeado de cumbres de más de 2000 metros cerca de la frontera entre León y Asturias, algo que me ha marcado para siempre, algo que me ha hecho ver las gasolineras y a sus empleados de una manera diferente...fue el trabajador, fue lo que dijo.


_ ¿Quieres también unos pistachos o unas almendras?_ nunca volví a ser el mismo.

http://www.elpais.com/especial/retrato-de-un-pais/gasolinero.html

3 comentarios:

  1. Pues es que está claro a esas alturas y con ese tiempo es lo que presta. hehe

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  2. Qué manía de ofrecer cosas sin ton ni son, en una gasolinera me tendría que haber ofrecido "chofa" o aceite 15w40 no sé....

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  3. O como poco un café o un chocolate caliente.... que seguro que se agradece más que unos frutos secos...

    Un besote, guapo

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